jueves, 9 de diciembre de 2010

Calderilla


Y Charo apura el vaso.

-Hola, guapa.

Ella se gira lentamente, una de esas poses que tanto ha ensayado frente al espejo.

-Hola, corasón.

No ha conseguido perder ese acento de Triana, no ha conseguido rebajar ni un milímetro de nuez en todo este tiempo.

-¿Estás sola?- dice él impaciente.
-Claro que no-  sonríe apartando el bolso del taburete- Ya no...
-Bien- dice relajado.
-¿Fumas?- pregunta coqueta.
-No.

Busca en el bolso el mechero. Condones, un móvil y la recaudación de la noche.

-Haces bien- comenta amargamente- Yo quiero dejarlo, ¿sabes?
-Ya.

A él no le importa una mierda, antes había mirado su cartera: dos billetes de diez y uno de cinco. Por lo menos una mamada.

-¿Tienes polla?- se acerca más, intentando ponerse en situación.
-¿Y tú que piensas?-responde Charo a la defensiva.
-Yo nada, no soy escrupuloso.

La mano sobre su muslo, y subiendo.

-Tengo 25.
-Con eso, cariño mío, ni te pestañeo.
-¿Estás segura?- buscó los billete en la cartera.
-A ver, trae. -cogió la cartera- quince, venticinco y... 14 céntimos.
-¿Qué te parece?
-Que estás pelado, prueba con las negras de la esquina.
-Anda, mujer. -le cogió por el brazo- ¿Nada de nada?

Charo rió.

-¿Tú te piensas que soy de la caridad?
-No, eres una puta.

Increíble, sonríe ella.

-Y tú un listo.
-¿Pero a que eres puta?- pregunta obcecado.

Charo suspira. Tampoco era feo.

-Anda, págame esto -al levantarse, bajó la minúscula falta- y espérame fuera.

Mientras él pagaba la copa con cara de triunfo, ella se dirigió al servicio.
Había sido una noche larga, una rayita, un polvo y pa' casa.