miércoles, 18 de mayo de 2011

Un buen día


Y durante toda la noche bailé con ella.
Todo perfecto: la luz de las velas, una manta junto al fuego, un poco de conserva de judías.

-¿Cómo he podido encontrarte? -me acariciabas la frente.
-No lo sé... -suspiro- supongo que algo bueno tenía que salir de todo esto.
-Tengo miedo.

Ella, desnuda y acurrucada junto a mí, no podía dejar de temblar.
Un ruido tras la pared, un golpe seco y algo parecido a un quejido.

-Ya están aquí -sollozó.
-Tranquila -le abracé- no saben cómo entrar.
-Pero...
-Shh... Sara... esta noche es para los dos.

Y qué puñeteramente difícil era parecer convincente. Sabía que esta noche había muchos. El ruido, el olor de la comida y el calor del fuego les había atraído de forma irremediable.
Pero qué coño.

-Sí.- sonrió mi chica- Sólo para los dos.

Hacía dos meses, dos terribles meses que todo había empezado. El caos, el miedo, la falta de escapatoria. Nadie creía en zombies, pero... Dios mío, no sé qué otra cosa pueden ser.

Familia, amigos, vecinos, bomberos e incluso jugadores de la liga regional: la fiebre les afectaba por igual, cayendo uno detrás de otro. Tan sólo unos pocos elegidos, unos pocos desgraciados, habían logrado sobrevivir entre la escoria de la periferia.

Llegué a esta casa hace tres semanas huyendo de dos perros hambrientos, y así ella desperdició cuatro de sus últimas seis balas.

Primero el silencio. Después las palabras. Poco a poco fuimos acercándonos, uniéndonos en este mar de desgracias y cómo no, nos refugiamos en el sexo.
Y qué sexo. Nos amamos, nos devoramos casi literalmente como sólo dos desconocidos pueden hacerlo. Mi mujer diría que es una fulana vieja. Incluso puede que tenga razón. Pero estoy solo, y ahora sólo queda  ella.

Más golpes. Serían unos diez u once. La tablas no aguantarían mucho más.

-Vamos a hacerlo -apremié.
-¿Ya? -dijo sobresaltada, casi buscando excusas- ¿No vamos a comer?
-No hay tiempo -sonreí sin convicción.

¿Por qué miraba a su alrededor?

-¿Te has echado atrás?
-No, Antonio. -retorcía sus manos, ¿me tenía miedo?
-Está bien, haz lo que quieras.

Tal vez no sea tan buena idea, tal vez podríamos intentar huir. Seguro que no somos los únicos.
Pero y luego... ¿qué?

Cogí el revólver y lo metí en mi boca.

"Quédate con lo que hay, Toño, no ha sido un mal día."

No hay comentarios:

Publicar un comentario