miércoles, 25 de mayo de 2011

6.-Mudanza.


Me gusta esta nueva rutina.
Hago la cama, quito el polvo, tiendo ropa.
Cada movimiento de muñeca, cada inspiración  y expiración, cada pulsión sanguínea no es más que una consagración de un hecho: soy suya, soy suya, soy suya.

De vez en cuando doy un paseo, descubro cosas de Madrid. Menuda guiri estoy hecha, pero bueno, en algo debo matar el tiempo.

Disfruto de mis largas duchas."Relajan mis nervios", decía  aquella pobre mujer... Blanche, la del tranvía llamado "Deseo".
Agua caliente, muy caliente, que casi abrasa tanto como reconforta. El roce de la ropa al desnudarme, ese pequeño momento de incertidumbre en el que, al apagar la luz, me cuesta acostumbrarme a que las manos me guíen.

El "tic-tac" sigue conmigo, pero lo dejo estar.

Fluyo, fluyo y me derramo como el agua que se escapa por el desagüe, rezo en silencio. Exploro mi piel poco a poco con los ojos cerrados, de memoria, buscando los pequeños morados que Antonio ha ido dejando: "Ey, tú, por aquí. Deja que te apriete un poquito".

Sonrío. Cada vez estás más cerca.

Hoy mi baño duró más de lo acostumbrado. Es la única forma que tengo de desconectar(piensa, piensa, piensa), y el hidromasaje de mi nueva casa es como jugar en otra liga.

Mi paz, mi tiempo libre y mi nueva relación merecían un premio.
Sería hermoso ser su esposa, despertarme a sus pies, servirle en cada momento, besar su sien.

Al encender la luz, descubro sangre en el plato, escapándose por el desagüe, y me apresuro a limpiar el caminillo que a lleva hasta mi nariz.

Mi estómago se estruja como una hoja de papel: queda menos, Sari.

La espera hasta el próximo encuentro cada vez se hace más larga: hace ya cuatro días que no sé nada de él. No sé qué me pasa. Estoy inquieta, no puedo parar de hacer cosas: en estos días he limpiado, recogido, fregado y zurcido todo aquello que he visto.

Sentada frente a la pantalla del ordenador, muevo nerviosa el pie.
Ayer decidí poner una marca en un papel cada vez que entrara en el correo electrónico buscando un mensaje suyo.
Una, dos, tres... 63 cruces.

No es normal.

¿Dónde está?
¿Por qué no sé nada de él?
¿Estará poniéndome a prueba?
¿Ya no le intereso?
¿Qué he hecho?
¿Habrá tenido algún accidente?

Le hecho de menos.

-Dime, hija.
-Papá,¿cómo estás?. Llevo toda la mañana llamándote.
-Pues en casa, ¿dónde voy a estar?
-Pues no lo cogías.
-No lo habré escuchado. Cuánto tiempo, Sarita,¿está todo bien?
-Sí, todo bien.
-Y Pablo, ¿cómo está?  
-¿Pablo? Bien. -me doy cuenta de que no he vuelto a pensar en él- ¿Vas a estar después en casa?
-¿Esta tarde? Sí, a las ocho viene "el de los muertos".
-Vale, pues después me acerco. Te quiero.
-Muy bien, muy bien.

Salí de la casa con una extraña sensación. Mi padre. Mi vida, todo lo que quiero. Tan quemado, tan mayor. Y sin embargo pagaré la factura antes que él. No he sido capaz de decirle nada, no sabía cómo. "un translado de universidad", mentí de forma mecánica. Empieza a convertirse en una mis dudosas cualidades.

"¿Pablo? Bien, no lo he dejado, no me da asco verle".
"¿El trabajo? fenomenal, desde que lo dejé no tengo problemas con mi jefa".
"¿Y la salud? La salud..."

Pienso en las veces que me llevaba al campo de pequeña.
Yo jugaba con la hierba, desenterraba pequeños caracolillos, que con el paso del tiempo se convirtieron en fósiles con género, especie y orden. Recuerdo cómo una vez se me infectó ombligo jugando con tierra, añoro los largos paseos por los pinos con mi abuelo.

Me habían enseñado a amar el campo, lo sencillo, a ser una persona decente. Y poco a poco iban marchitándose y dejándome.
Mi abuela, mi abuelo, mi madre... como miles más.
Pero yo no quiero morir. Aún no.

La calzada reflejaba el sol de Agosto, "apretando" cada vez más,un poquito más, anunciando el insoportable mediodía que estaba por llegar. Pasé junto a infinidad de comercios: una frutería, una mercería, un estanco, miles de caras y miles de voces.

Qué ajena me siento a veces.
¿Qué rondará por la cabeza de aquella gitana?¿tendrá miedo, tendrá algún dilema?¿o sólo se dedicará a vender naranjas robadas,sólo a lo más elemental: existir?

-Intentaré por todos los medios estirar el dinero, no quiero verme en la calle o limpiando casas.

Para Antonio, la versión oficial era que había decidido darme un año sabático, comiéndome los ahorros.

-¿Limpiando? Qué más da Sara, todos los trabajos son dignos. Menos ser puta.
-¿Puta?
-Sí. Las putas son lo más bajo que existe, la escoria de la sociedad. Todas en la cárcel, para que coman pollas a gusto. -dijo con voz tajante.

¿Era así de fundamentalista?

-Bueno Antonio, pero hay mujeres que no tienen más opción, ¿no?
-Siempre hay opción.
-¿Sí?
-Siempre. Me dan asco.
-Está bien.

Camino en silencio.
Baldosas blancas, no lo entiendo.¿Para qué ponerlas blancas?
El suelo del mercado es un río de porquería.Sangre. Vísceras.
¿Irán al mismo desagüe que la mía?¿Qué diferencia hay entre esta carne y mi carne?¿qué diferencia habrá cuando la mía también sea fría, caduca?

Más tarde:

-Dime "Señor".

Mi cabeza estaba entre suelo y su zapato, sentía clavarse la tierra del camino en mi mejilla.

-Sí, Señor.
-¿Te gusta, puta? -pisó con mas fuerza.

Yo sentía que mi sien iba reventar de un momento a otro y un gemido se escapó de mi garganta.

-Sí Señor, me gusta.
-¿Duele? -apretó más fuerte aún.
-Agghhhmm... sí...
-Pues te jodes. -contestó con un extraño sentido del humor.

Retiró el pie para desabrochar su pantalón.

-Quiero escucharte.
-¿Qué? -estaba confundida, sólo intentaba calmar el dolor tocándome la cabeza.
-¡Que llores, mierda! -La patada que me propinó en el estómago me dejó sin aliento.

Chillé y empecé a retorcerme,"esto no le hace bien a lo mío",pensé hecha un ovillo. Tragué un poco de sangre, él no debía verla.

-Así, cariño, así...

Él empezó a masturbarse sobre mi cuerpo. Su respiración acelerada me mantenía hipnotizada. Miraba su mano, su polla, los pequeños espasmos de su vientre al aumentar el ritmo.

-¿Por qué has parado, ya no te duele?
-Yo...
-Calla. -golpeó con fuerza mi costado para reanudar mis quejas, cosa que pareció encenderle- Así...

[mmmmhhaahh...]

Su semen cayó sobre mi cabeza, y una gota del líquido fue bajando por la comisura de labio lentamente. No pude evitar lamerla.

-¿Así que tienes hambre? -dijo sonriendo.

Yo asentí tímidamente, esperando que él me dejase limpiarle.

-Muy bien, preciosa. Límpiate la cara.

Aún a pesar de las molestias, estoy feliz.
Utilizo el dedo para arrastrar suavemente los restos hacia mi boca, lamiendo de la forma más sugerentemente posible.

-¿Así? -dije traviesa.
-Sí, así. -respondió con voz burlona.- Pero te has dejado esto.
-¿Eso? -una parte había caído en la tierra.
-Eso.
-Pero está es el suelo.
-Lámelo.
-Pero...
-Lámelo.
-Me da asco.
-No pasa nada. -se inclinó para acariciar mi cara- Hoy te has portado muy bien.
-¿De verdad?
-Claro -sonreía.

Me dio un pellizco cariñoso en la nariz,agarró mi pelo y hundió mi cara en la tierra, haciendo se me llenase la boca de porquería.

-Yo te ayudo, cariño.

Me retorcí intentando levantar la cabeza.

-Traga... ¡Traga, joder!

martes, 24 de mayo de 2011

5.-CASCABEL


-¿Y esto?- preguntó cogiendo mi colgante.
-Mi cascabel.
-Un cascabel, como los gatos -dijo tirando de él- ¿entonces tienes dueño, gatita?
-Sí y no.
-¿Sí y no? -repitió divertido- Explícate.
-Yo soy mi dueña, yo compré este cascabel.
-Aha.
-¿Por qué? -pregunté insegura.
-Sabes que te sobra, ¿no?
-¿Por qué coño me va a sobrar?
-Habla bien.
-No me sobra, es mío, soy mía.
-No.
-Ah, ¿no? -le miraba desafiante, retorciendo un trozo de papel en las manos.
-No, sabes que no -recogió un mechón de pelo tras mi oreja- Eres mía.
-No.
-Sí. -sostenía mi mirada, había acero en sus ojos.
-No hemos hecho nada.
-¿Tienes prisa?

Me sonrojé.

-Te odio.
-No es cierto, más bien todo lo contrario.
-No. Te odio.
-Cada vez que lo dices, me haces más fuerte, ¿lo sabes?
-Lo sé, -bajé la cabeza- me gusta hacerte fuerte.

Durante algunos instantes hubo un silencio que me hizo sentir incómoda. Miré la mesa del bar donde estábamos sentados. Estaba llena de papeles de servilleta retorcidos, una de mis formas de calmar el mono de tabaco. Tendió la mano con un billete y me dijo que fuese a pagar. Me levanté sin rechistar, eso me daría tiempo para recomponerme.
Recuerdo cómo conseguí el cascabel hace años. Sonrío. Poco a poco se ha convertido en algo más que un trozo de metal. Su sonido, su tacto frío se han convertido ya es una parte de mí. Simbología del bdsm, puro atrezzo. Tal vez de forma intuitiva siempre me he sentido un poco sumisa.

-¿Un cascabel de plata?¿como los gatos? -mi tía me miraba extrañada- ¿para qué quieres eso, niña?
-Porque me gusta. -dije simplemente.
-¿Y no quieres mejor un anillito de estos tan monos?-levantó un muestrario con joyas de oro y yo torcí el gesto.
-No, Tita. Quiero eso.
-Bueno, tú sabrás, es tu regalo de cumpleaños. Se lo pediré a Emilio.

Habíamos quedado esa semana varias veces en el bar. Siempre recibía de improviso su llamada, citándome para apenas unas horas después... pero desde aquel primer día, no había vuelto a tocarme. Tan sólo hablábamos y hablábamos. Mi familia, mis relaciones, mi pasado. Él nunca preguntó por mi salud y yo nunca comenté nada sobre ella. Parecía estar midiendo cada una de mis respuestas y gestos, pero no decía casi nada sobre sí mismo.
Miro por la ventanilla. Hoy, 7 de Julio, llueve a cántaros,y la cosa no parece ir a ningún lado.
Casi me siento estúpida por haber dejado de fumar, por arreglarme corriendo como una niñata en los servicios del instituto.
"Te has equivocado, Sari, este tío está jugando contigo".
Antonio no siguió el mismo recorrido que otras veces.¿Nuevo camino?
No.Dirección contraria.Me pongo nerviosa y pregunto.

-¿Dónde vamos?
-Por ahí.
-¿"Por ahí", dónde?
-Ya lo verás.
-¿Por qué no me lo dices?
-¿Por qué preguntas tanto?
-Vale, suspiré.

Salimos de la ciudad, cruzando varios kilómetros de campo y algún pueblo, hasta que finalmente paramos en una carretera en medio de la nada. Él se bajó del coche y abrió con una llave la cadena que impedía continuar el paso. Yo aproveché para mirar el móvil. Nada, no había cobertura.

-Menudo tiempo hace -dijo alegremente al entrar en el coche, frotándose las manos con fuerza antes de reanudar la marcha.
-¿Dónde estamos?
-En mi casa.
-¿Vives solo?
-Aquí no hay nadie más.

La casa protegía de miradas indiscretas el interior del jardín con un gran muro. Era una finca de un tamaño considerable, con un hermoso jardín y piscina. En la entrada no había felpudo, y todas las ventanas estaban cerradas a cal y canto.
Antonio recogió mi abrigo al entrar, y me invitó a curiosear. Aún algo inquieta, empecé a andar por el largo pasillo, escuchando mis pasos sobre el parket. Olía a polvo, se notaba que la casa llevaba un tiempo sin usarse. El salón, por llamarlo así, era una habitación prácticamente vacía, de techo alto y estilo rústico, con tan sólo una alfombra junto a la chimenea.

-¿Quieres comer algo?
-Eh... vale.
-Siéntate por ahí
-Ja,ja,ja... ¿dónde quieres que me siente?
-Ahí.-señaló la alfombra.

Desapareció por una puerta, y me senté donde él había dicho.
¿Pero cómo me siento?¿de rodillas?¿como las piernas cruzadas?¿tumbada?¿cómo cojones se sienta una sumisa?¿debería descalzarme?¿y si me huelen los pies?¿y qué hago con los zapatos?¿y si me desnudo?

Rápidamente me eché al suelo e intenté sacar las botas de un tirón, pero no salían. Con los nervios, esta tarde había anudado demasiado bien los zapatos, y no había forma de sacarlos. A la desesperada, retorcí la pierna hasta dejar el pie a la altura de la boca, y empecé a morder el nudo para aflojarlo. Súper atareada en aquella extraña postura, no había escuchado llegar a Antonio. Él se reía con fuerza mientras yo, poniéndome colorada y tiesa como una estaca, me quedé sin saber qué decir.

-¿Pero qué haces?
-Pues aflojarme el zapato, respondí con brusquedad.
-Ah, bien...¿te ayudo?
-Da igual.
-Dame tu pie.- Se sentó a mi lado.
-Que da igual.
-Dame tu pie, Sara.
-Déjalo, Antonio. Estoy bien así,de verdad...
-Dámelo.
-¿Para qué?
-Para que me lo des.
-Da igual, en serio.

Él simplemente tendió su mano y esperó a que cediese.

-¿Siempre eres tan cabezota?
-No.
-Mira, es fácil- sacó de su bolsillo una pequeña navaja y cortó el cordón con un simple movimiento- Sólo hay que dejarse ayudar.
-Ya.
-Te cuesta pedir ayuda, ¿no?
-Un poco.Bueno,¿qué hacemos aquí?
-Además, impaciente- contestó divertido mientras se deshacía de las botas de una forma nada sexual.

Había traído consigo una bandeja con una taza

-No hay mucho en la nevera, la verdad. No suelo venir mucho.
-Me gusta la sopa.
-También encontré esto por un rincón, se nota que a la casa le hace falta una buena limpieza.
-Ja, ja, ja... ¡un caracol!
-Sí, mira -lo dejó entre mis manos— está dormido aún...
-Se habrá asustado.
-Dale un rato, seguro que se repone. Toma, ve comiendo.-Cambió el caracol por una taza de sopa caliente.
-¿Tú no comes?
-No tengo hambre aún.

Sorbía la taza tendida junto al fuego, y Antonio, con voz suave empezó a contarme anécdotas de su niñez en esta casa, por lo visto era de su familia desde hacía bastante tiempo. La sopa confortó mis manos, y poco a poco, ayudada por la calidez del fuego, hizo que mi cuerpo volviese a entrar en calor.
Su voz profunda y pausada me arrulló, me llevó a un extraño estado de duermevela. Y la luz del fuego se hizo menos brillante, y la alfombra más mullida, y su voz más lejana.

-¿¿Qué..? -me espabilé de golpe al sentir algo frío en el pie.
-Quieta -me paró al intentar incorporarme.
-¿Qué tengo ahí?
-Un amigo.
-¿Un qué? -caí en la cuenta- Ah, el caracol.
-Ajá.
-Me hace cosquillas al andar.
-¿Sí? -Miraba mi pie absorto- date la vuelta,quiero verte mejor.

Temí que el bicho se despegara al moverme, pero tan sólo se arrastró por la piel para quedar de nuevo a favor de la gravedad. Yo permanecía quietecita, boca arriba, sin saber qué hacer.

-¿Ves? -se tendió en el sentido contrario, para ver mejor el caracol.- Son muy listos.
-"Gasteropudus". Gasterópodo, como el caracol. ¿Te gustan mucho?
-Los caracoles son seres fascinantes.
-¿Fascinantes? -dije con escepticismo.
-Sí, mira -se incorporó un poco y lo cogió entre sus dedos -¿Ves cómo se protege? Su instinto le dice que soy más fuerte que él.
-Sí.-dije con cara de pocker.
-Es un animal muy paciente. Mira cómo hace su caminito sin mirar atrás.-extendió la baba por mi piel- Así debemos ser Sara: siempre mirando hacia delante, impregnándolo todo de nuestra esencia, de nuestros deseos, para que nuestro camino sea mucho más fácil.
-¿Sacas todo eso de un caracol?
-Merece el mismo respeto que cualquiera de nosotros.
-Me cuesta creer que nadie sea fan de los caracoles.
-No es algo sectario. Se trata de extrapolar nuestra esencia a cualquier otra cosa, de aprender a encontrarnos, a amarnos al reconocer lo más importante del ser humano en un simple bicho: la vida.
-No me siento especialmente vitalista.
-¿No deseas vivir? -dejó de nuevo el caracol sobre mi cuello.
-Claro que sí. -dije incomoda.
-¿Entonces? -cogió el tazón comprobando su temperatura.
-La vida es puro azar, no vale de nada ensalzar algo que no poseemos, algo que más bien nos posee a nosotros.
-¿Y por qué no te suicidas? Eso te haría dueña de tu vida,¿no?
-Es cierto, lo haría. Pero tengo miedo.
-¿Miedo?
-Miedo a la muerte, miedo a irme sin ser feliz, sin estar llena.
-Una taza vacía.

Una conversación casual, sí. Él no podía saber qué me pasaba. Pero cómo era posible que diese tanto en el clavo, ¿estaba cachondeándose?.
Siento cómo el caracol se arrastra lentamente por mi cara, dejando un rastro transparente tras de sí. Con un brusco empujón vuelve a detenerme cuando me intento levantar.

-Te dije "Quieta".
-¿Por qué?
-Vas a ser mi taza.
-¿Qué...?

La taza fue alejándose más de suelo. Una mano bien torneada, con un caro reloj y uñas cuidadas, se situó sobre mi vientre,dejando caer el caliente líquido amarillo. Mi piel se erizó al instante. Me ardía, y allí donde aterrizaba el liquido quedaba una senda rojiza con tropezones.
Luché contra el instinto de retorcerme. Qué extraña magia. "Quieta",había dicho, y me sentía más atada que con cualquier cadena.

-Quiero que tires ese cascabel, ya no te hace falta.
-¿Por qué?
-Porque ahora yo cuido de ti.
-¿De mí?
-Sí. -Dejó caer un gran chorro de sopa sobre mi pecho.
-Ahh... quema...
-Lo sé. -acarició mi frente- Y ahora escucha con atención,Sara: quemar esta piel, rajar esta piel, pinchar esta piel es ya sólo es cosa mía,¿queda claro?
-Vale. -pareció no gustarle mi respuesta,ya que agarró mi mandíbula para que le mirase.
-¿Queda claro, Sara?
-Sí.

Sonriendo satisfecho se inclinó sobre mí, y sorbió el líquido acumulado en las cavidades de mi torso. Inspeccionó cada parte de mi cuerpo en silencio, con cuidado. "Ahora así, ahora asá", decía: como una muñeca de trapo en sus manos, como un caballo en la feria.
Cuando menos me lo esperaba, la primera hostia llegó.
Una, dos, tres, cuatro, cinco, seis.
Un leve crujido de mandíbula, acompañado de un dolor agudo.
La adrenalina, los nervios, las ganas... no pude evitar echarme a llorar.
¿Era esto lo que buscaba?

-Tranquila.- recogió mis lágrimas- Sólo di "basta".

Yo callé, y el siguió. Una extraña lucha estaba teniendo lugar: yo sin soltar prenda, él sin perder el ritmo. Me retorcí, chillé y supliqué más. Algo me hacía no ceder, algo me decía que ese dolor era bueno, que era necesario, que, tal vez,así redimía mis pecados.
Durante horas fui usada a su antojo, hasta que una tremenda calma me sobrevino: sólo podría compararla con la paz tras el orgasmo. Endorfinas, decían las letras.

"Basta",dije.

Todo estaba bien junto al fuego, en sus manos.
Mi sitio,mi lugar,estaba con él.

-Sari,¿me escuchas?
-Claro.-Enjuagué lentamente el plato.
Pablo estaba a mi derecha, hacía un monólogo horrible sobre gestión de personal. Calva incipiente, barriga sospechosamente curva, ropa sacada de las rebajas de Enero de el Corte Inglés.
Hubo un tiempo en el que no era así.
¿Cuándo había empezado a odiarle?

-Te decía que Juan piensa celebrar otra barbacoa el sábado.
-Aha.
-¿Y bien?
-¿"Y bien", qué? -frotaba absorta el fondo de la sartén.
-No me estás escuchando.-Pablo empezaba a estar enfadado, lo sé porque pegaba golpecitos con el pie al fregadero.
-Que sí, coño.
-¿Qué te he dicho?
-Juan.
-¿Juan qué?
-Juan piensa celebrar una reunión de "pelotas" el sábado, y tú quieres que vaya. Y yo no voy a ir.
-¿Por qué no quieres ir?
-¿No me escuchas tú? Ya hemos hablado de esto,¿"simplones" qué te dice?
-Que no te acuerdas de que aparte de ser mi amigo, es mi jefe.
-Ve tú, la última vez te lo pasaste pipa tras la barra.
-Nena, sabes que no está de más ganar puntos en este tipo de ocasiones.
-Se ríen de ti. -remarqué la frase con un sonoro cacerolazo en la encimera.
-No seas así .-Intentaba sosegarme con un tono suave.
-Eres un mierda, y no van a ascenderte.
-¡Ya basta, hostia! ¿Por qué lo haces tan difícil? La última vez te lo pasaste bien sentada sobre esa misma barra, riéndote de todo el mundo.
-No me apetece.
-¿Qué te pasa, Sara? -se acercó por detrás para abrazarme.
-¿A mí? Nada.
-No me jodas, que ya son cinco años y nos conocemos. Nunca habías estado tan apática... ¿te he hecho algo?

"Matarme de aburrimiento lentamente",pensé.

-Nada, Pablo. Son cosas tuyas. -intenté esbozar una sonrisa- Sólo estoy cansada.
-¿Seguro?
-Seguro.

Mentirosa de mierda.
Parecía haberse tranquilizado. Al fin y al cabo, mientras el problema fuese mío, de mi regla, de mi dolor de cabeza, de mi cáncer terminal secreto... todo estaba bien. Aprovechó la cercanía para cogerme las tetas.

-¿Entonces no tienes ganas de nada?
-No especialmente.
-¿Seguro?-murmuró en un tono socarrón-¿de nada,de nada?

Pellizcaba con delicadeza mis pezones, meciéndose al compás de alguna música imaginaria. Yo no sabía cómo quitármelo de encima sin ser brusca.

Antonio,Antonio,Antonio...

Mi cabecita sólo sabía repetir eso.

-Ahá. -yo seguía fregando platos con fingida indiferencia, me molestaba sobremanera que me clavase la polla en la pierna como si fuese un perro.
-¿Y si te hago esto?-Lamió torpemente mi nuca, y un desagradable escalofrío recorrió mi espalda.
-Pablo...
-¿Sí?
-Para.
-¿No tienes ganas de ser mala? -empezó a subir mi falda.
-Pablo, por favor...
-¿No quieres que te follen como a una perrita, ehmm?
-Estoy fregando.
-Pues deja los platos y sé buena.- acariciaba mi ano con un dedo ensalivado, no parecía dispuesto a ceder fácilmente.

Suspiré al cerrar el agua del grifo. Ahí estaba yo, en mi cocina, con mis platos y mi fregadero, con un prometido a punto de follarme el culo. Escuché el ruido de cremallera al bajar apresuradamente, y no quería, no quería saber nada más.

-Te voy follar el culo, Sarita...

Parecía tan concentrado en su tarea. Su respiración agitada, su ansioso "mete y saca" dáctil, la cabeza de su polla en mi nalga... abrí las piernas e intenté relajarme. Pablo no merecía más desprecios. Al fin y al cabo, era el camino, el camino del silencio,el que yo había escogido.

Antonio,Antonio,Antonio...

Apreté mi esfínter para retener el líquido. Él seguía jadeando contra mi nuca. Lo aparté suavemente y subí mis bragas, echando a andar hacia el baño.

-¿Estás bien, cariño?
-Sí.-sonreí sin mucho afán.

Limpié mi culo lentamente, expulsando todo lo que no debería estar ahí. Incluso el agua parecía llorar conmigo. Me sentía sucia, sentía que le estaba fallando, que Pablo no era más que un intruso, el profanador de la propiedad de otro.
Miré el cascabel que prendía de mi cuello, y a mi cabeza vino el "cling-cling" de fondo que hacía escasos minutos se había escuchado al compás de cada embestida.

Se Acabó.

Arranqué la cuerda de un tirón y tiré a la papelera el cascabel. Sequé mi cuerpo con firmeza y rapidez. Una nueva determinación, salida como de la nada, me empujaba a arreglar las cosas.

-Sara, ¿y el mechero? -ajeno a todo, Pablo se afanaba en tomar "el cigarrito de después".
-Ya no fumo.
-¿Qué?¿que ya no fumas?¿desde cuándo?
-Semanas.
-¿Sí? -rió sorprendido- eso es fantástico, cielo. Me alegra que te leyeses el libro de la mujer de Juan.
-Ah, ese libro. -me dejé caer pesadamente en el sofá- Era una mierda.
-Pues tú has dejado de fumar.
-Pero no por el puto libro.
-Bueno, como sea, el caso es que funciona. Amparo estará encantada cuando se lo diga.
-Se acabó.
-Creo que deberías ponerte el vestido azul para el sábado, estás muy elegante.
-Te dejo.
-¿Qué?¿tienes que irte? -mira el reloj- Cielo, son las 3. ¿Tienes reunión esta tarde?
-No. Quiero que me des las llaves del piso.

[Silencio]

-No te entiendo, Sara.

Por fin parecía procesar la información. De pie y aún en calzoncillos sostenía estúpidamente el mando de la tele.

-¿Qué quieres decir?
-Que no quiero seguir contigo Pablo, que se acabó. -abracé mis rodillas y escondí la cara, susurrando- Fuera de mi casa.
-Estás de coña -sonrió con inseguridad-¿no?

Yo sólo levante la cabeza y le miré a los ojos.
Puta.Era una puta.Él me había convertido en una puta.

-Pero a qué viene esto, Sari...si estabas bien hace un momento. -pantalones puestos- No puedes cambiar así en dos segundos, no es lógico.
-Mentira. -sonreí amargamente- Sabes que dejado que me folles por compasión, sabes que no quería hacerlo.
-No sé de qué hablas. -dijo incrédulo, retrocedió hasta chocar con la mesa.
-Da igual Pablo. Estoy harta. Harta de ti, harta de esta vida de mierda, harta de tu trabajo, harta de tu barriga. Y ya está. No hay nada que decir. Deja las llaves y cierra cuando te vayas.
-¿Me dejas "por mi barriga"? -empezaba a sollozar.Patético.- Sara... yo... puedo cambiar.Te quiero,podemos intentar ir a un consejero, o darnos un tiempo, o no sé... algo.
-Que no, coño.-me hartaba- Mírame a los ojos y dime qué ves.
-Sara, por favor...-estaba realmente asustado.Esto no era un farol.
-Que te vaya bien, Pablo.

Soy feliz porque sé que tú serías feliz
Tuya.
Ahora soy realmente soy tuya.
Y eso me llena, y eso hace que piense en lo que está por venir.
Ilusión.
Nervios.
Y sin tabaco.

lunes, 23 de mayo de 2011

4.-LECHE CALIENTE


-¿Sí?
-Soy maso.
-¿Quién?
-Maso. -carraspeo- Ayer querías quedar.
-Eh... sí... bueno, ando por Huelva, ¿quieres tomar algo?
-Vale, ¿dónde?
-¿Qué tal la plaza de toros?
-Mmmhh..ok.
-En una hora, frente al café.

Colgó. Me gustaba su voz. Ningún acento marcado, grave, pausada.
Llegué tarde a a cita, un poco antes de las seis, y al entrar en el local distinguí sólo una mesa con un hombre.
Estaba sentado de forma relajada, con las piernas cruzadas echándole un vistazo a el Marca. Unos cuarenta años, complexión delgada, camisa de marca y vaqueros.
Su pelo era negro, no muy corto, nariz algo aguileña y labios finos. La barba de varios días no ocultaba su atractivo, y no había signos de dejadez de su
vestuario, parecía más bien que siguiese la moda.
Casi me daba miedo acercarme, era distinto de lo que esperaba.

-¿No te sientas?- dijo sin despegar la vista del periódico.

Un "Hola" salió de mi boca de forma mecánica, y me senté rápidamente. Él cerró el diario y me miró a los ojos con una sonrisa irónica.

-Hola "Maso".
-Sari-corregí.
-Hola Sara, me llamo Antonio.- tendió su mano, y de pronto sentí que estaba en
una entrevista de trabajo.
-Un placer. Perdona, he llegado un poco tarde.
-No pasa nada, andaba por la zona.
-Bueno, ¿has pedido algo?
-No, te esperaba.
-El autobús no llegaba.
-¿No tienes coche?
-No, no me gusta, trabajo cerca de mi casa y tengo todo relativamente
cerquita, así que nada, a fomentar el transporte público- sonreí nerviosa, sin saber muy bien por qué me justificaba.
-Una chica ecológica, ¿eh?
-Sí bueno, pero ya se sabe: "el verde que se lo coman las vacas, que ya las vacas me las como yo"-reí.

El camarero apareció de la nada.

-Yo un café solo, y ella...
-Leche.
-¿Leche?¿leche sólo?- me miró extrañado el camarero.
-Sí, sólo leche, calentita por favor.- sonreí acostumbrada.
-Muy bien- dijo el tipo, y se marchó con la misma cara que si le hubiese
pedido gambas para mojar en el café. Antonio me miraba divertido.
-¿A tu edad?
-¿Qué más da la edad? No me gusta el café y punto.-le respondí con mala cara,
y él soltó una carcajada divertido.

Al menos ahora estaba menos nerviosa, lo suficiente para soltarle algo así.

-Muy bien, dime, Sara, ¿por qué has venido?
-No lo sé, ni siquiera pensaba venir.
-Bueno, como ves, no soy un tipo peligroso- dijo suavemente.
-Yo que sé, no te conozco.
-Bravo: mujer precavida vale por dos.
-Eso dicen.
-Hace poco que te leo en la página, no llevas mucho, ¿no?
-Pues no, la verdad es que no, apenas unas semanas.
-Pero has entrado de lleno, escribes mucho.
-Me entretiene.- solté a la defensiva- Al fin y al cabo, es mejor que quemarme las neuronas con la TV.
-No suelo ver mucho la televisión, no tengo tiempo.
-Pero tampoco participas en los hilos.
-No me gusta entrar al trapo. Cuando llevas tanto tiempo como yo, ves que
todas las preguntas se repiten, que sólo hay batallas personales, y me cansa.

Encendí un cigarro, y me fijé en el anillo que llevaba.

-¿Casado?
-¿Importa?-miraba mi cigarro.
-Realmente, no.- me sentí incómoda, di otra calada mirando hacia la calle.
-¿A qué te dedicas?
-Trabajo en la universidad como adjunta, en el departamento de Paleontología.
-Vaya, qué divertido, dinosaurios.- despegó su mirada de la mía para dedicarle una gran sonrisa al camarero, que depositaba con cuidado el pedido sobre mesa
-Gracias.
-En realidad estoy más centrados en otro tipo de fauna mucho menos interesante: "conchitas"... ¿y tú?
-Arreglo cosas.

Menuda vaguedad.

-Aha. ¿De qué quieres hablar?¿de lo divino o lo humano?
-¿Por qué elegir?
-Pues sí, ¿Crees en Dios?

Y ahí tuvo comienzo una larga charla sobre una y mil cosas: religión, política, efecto invernadero, gastronomía... el tiempo pasaba volando. Las seis de la
tarde dieron paso a las siete, a las ocho, a las nueve, a siete cigarros y cuatro
cafés. Me parecía increíble que aquel mismo hombre, atractivo e inteligente, me
hubiese "entrado" de la forma más vulgar posible en un chat. Reí una broma y me armé
de valor:

-¿Y tú por qué has quedado?
-Quiero follarte -me dijo con seriedad.
-Ja ,ja, ja... vaya, qué directo- El tan sólo sonrió. Yo apagué el pitillo como si
estuviera asesinando el cenicero. Estaba muy, muy nerviosa.
-Me tengo que ir.
-Si quieres, te llevo.
-Eh… no, no hace falta.-de pronto pensé en todo aquello que me decía mamá de no hablar con desconocidos.
-Como quieras.
Se levantó con cuidado y fue a pagar. Yo, con un suspiro, aliviada por el pequeño paréntesis, recogí mi bolso y fui al servicio. Mi cara estaba colorada, y no sé por qué, al lavarme las manos tuve un impulso y entré de nuevo en el cubículo a quitarme la ropa interior. El aire era frío y al rozar mi brazo la puerta, los pezones se pusieron durísimos. Metí a toda prisa las prendas en el bolso y me vestí.
Dudé si volver a ponérmelas al ver mi reflejo en el lavabo. Se notaba claramente que no llevaba nada.
Al carajo.
Antonio esperaba en la puerta y cogiéndome del hombro, salió del sitio.

-Tengo el coche justo ahí atrás, ¿seguro que no quieres que te acerque?
-Mmmmh... me da cosa.
-No seas tonta, no como.
-No es eso...
-Ya.- rió levantando la ceja.



-Vale. Déjame a la mitad de la Avenida Andalucía, ¿sabes dónde queda?
-Claro.

Hicimos el viaje en silencio. El coche olía bien, y yo miraba por la
ventanilla intentando no prestarle mucha atención.

-Por aquí es, ¿no?
-Eh, sí… vivo en una de esas calles de atrás.
-Vale, te acerco.

¿Por qué diablos le había dicho eso?

Mi calle no tenía salida, ya era de noche y se veía francamente solitaria, aún a pesar de estar justo al lado de una de las calles más transitadas de la ciudad.
Paró el coche y abrió su puerta, yo hice lo mismo, pensando en cómo despedirme... realmente no sabía si la cosa había ido bien o mal.

Tal vez piensa que soy una estrecha.

-Bueno Antonio,-dije con mi voz más amable y una sonrisa de oreja a oreja-me alegro mucho de conocerte, ha sido un placer.

El no respondió. Se acercó lentamente a mí, serio, mirándome a los ojos. Una mano tocó suavemente mi mejilla, pasando muy despacio hasta la nuca.

-Ven- dijo con calma, yo no pude desobedecer.

Mi cara está a medio centímetro de la suya. Lo siento cerca, muy cerca, tanto
que el estómago me da mordiscos, tanto que ni siquiera atino a respirar. Me huele.
Pasa su nariz por mi cuello, mis orejas, mi frente, mis labios. Y susurra:

-Hueles mal, cariño. No me gusta el tabaco.

Desvío la vista... me doy cuenta de que estoy temblando. Con un dedo recorre mis labios, los dibuja con suavidad. Yo, instintivamente los humedezco con la lengua y
sin pretenderlo, me sorprendo lamiéndolo con avidez, como si fuese su polla.
El dedo baja lentamente por mi cuello mojado de mi propia saliva, trago con
dificultad. Recorre en línea recta mi chaleco, y mete la mano dentro de él, cogiendo
mi pecho con tranquilidad. Su pulgar roza el pezón erecto y jugueteando con él, sonríe.

-¿Y esto?¿para mí?

No consigo articular palabra.

-¿Qué más hay para mí, Sara?
-No sé...
-¿No sé?-dice imitando mi voz-¿Seguro?

Otra vez sus dedos vuelven a bajar, y yo arqueo la espalda, me muevo
nerviosa. Respiro acelerada, casi estoy hiperventilando... su mano fría, firme, abarca mi sexo con la palma. Soy un cable lleno de electricidad, tensada y a la espera del más mínimo movimiento para saltar. Me aprieta mientras busca, mientras exige que le mire.
Sobre los vaqueros un dedo recorre mi raja, la tela está caliente, húmeda. Apoyando su frente en la mía, desabrocha el pantalón y mete la mano dentro. Busca sin titubear, empapándose de mí, y siento cómo uno de sus dedos entra lentamente, mientras yo me tenso.

-Shhhhhhh...tranquila.

¿Tranquila?¿Tranquila? Jamás había sentido algo así.
Suspiré.

-Vale.

Sin apartar los ojos ni un momento de los míos, empieza a masturbarme.
Dentro, fuera, dentro, fuera, rozando con el pulgar mi clítoris en una cadencia
perfecta. Yo con cada intrusión gimo más fuerte, mojándole aún más la mano.
Estoy sufriendo: estamos en medio de la calle y apenas acaba de oscurecer.
Todavía hay gente que tiene que llegar a casa. Mis vecinos con los niños, cualquiera buscando aparcamiento, pero no puedo, no me dejas sitio para pensar.
Vibro, gimo, te miro, me retuerzo. Estoy a punto de correrme, te agarro el brazo con fuerza, quiero que pares, quiero escapar...pero sigues.

-Ant..tonio, antonio, antonio, antonio...

No sé por qué, tu nombre, casi como una oración, sale de mi boca. Continúas
dentro de mí, sintiendo mis espasmos, aguantándome contra el coche para que no me caiga. No dices nada, tu cara no dice nada, o tal vez sólo sea que esté oscuro.

-No cr...-me callé con un sordo gemido de protesta cuando al sacar tus dedos, me hiciste lamerlos.
-Adiós, Sara.

3.-SOPA


-Sari, cariño, dame el plato.-dijo distraída.

Alicia torció el gesto al ver la mesa vacía, y giró la cabeza:

-¡¡AISHA!!¡¡la mesa, no te lo digo más!!
-No me eches mucho, tía...
-Come, coño, que estás en mi casa.

Apenas había hablado desde que entré en su casa, le daba vueltas a la cita de aquella tarde. Tal vez me estaba precipitando, ese tipo era un extraño cualquiera, incluso podría ser un asesino en serie.

-¿Está todo bien?

Alicia llevaba traje azul y unos altísimos tacones rojos. Totalmente maquillada y arreglada, hacía despliego de una pulcritud que contrastaba bastante con el desorden de la cocina. El cazo se quedó a medio camino entre la olla y mi plato al oír la respuesta.

-No.
-¿No?
-No, ayer fui al médico.
-¿Y?- volvió a girar la cabeza con cara de muy mala leche-¡Aisha!

Evité mirarle a los ojos.

-Tengo cáncer, Alicia.
-¿Qué?
-Cáncer.-La sopa cubrió lentamente al plato-Y chungo, me voy a morir.
-Anda ya...-dijo con sonrisilla forzada.

Pobre. Supongo que querría escuchar que era una broma pesada. Y yo tengo miedo, estoy aterrada, pero también sé que no puedo hacer mucho. También sé que estoy a punto de venirme abajo, necesito contárselo a alguien... y ella era la candidata
perfecta: "oír, pero no escuchar" nos decían en el cole. Sin decir nada, le miré a
los ojos. Ella cerró de golpe la boca.

-¿Y Pablo?
-Pablo no sabe nada, no quiero que sepa nada. Me quedan unos meses.
-¿Estás segura?¿y radioterapia, medicina alternativa? no sé... cualquier cosa. El padre de Raquel tuvo un linfoma hace unos años y está hecho un chaval.

“Hecho un chaval” significa tener un bonus de marcapasos y botella de oxígeno.

-No. Está avanzado, cualquier terapia agresiva sólo hará que pase lo que me queda calva o hecha una mierda en el hospital.
-¿Y qué vas a hacer?
-He dejado el trabajo, tengo algo ahorrado.
-¿Qué?
-Tía, me voy a morir, qué coño importa.
-¿Y si te equivocas?
-No. ¿Ves esta fresa? Pues tengo una así de grande y hermosa en la cabeza.

No supo qué decir.
Cogí mi plato y me acerqué a la mesa mientras Aisha ponía la mesa.
La conversación quedó suspendida mientras almorzábamos.
Sopa, pescado al horno y pan.
La niña no quería comer, y Alicia le pegó varios capones mientras le daba la papilla al pequeño, sentado en una sillita.
Niños."La alegría de la vida", dicen.
Menuda llantera. Qué dos tortas le hacen falta.
Me alegro de no haber tenido hijos.
Al terminar, me levanté para recoger la mesa y Aisha aprovechó para escabullirse a
ver los dibujos. Limpiamos la cocina: platos, vasos, mesa, suelo... todo en silencio, yo tampoco sabía de qué hablar. Alicia a ratos levantaba la cabeza para hablar, pero la volvía a bajar en silencio.

-Me he metido en una página de contactos.
-¿Internet?
-Sí, quiero conocer a gente.
-¿Y Pablo?

Reí entre dientes.

-Cariño, no quiero morirme con telarañas.
-Zorra.
-Ya, pero no soy la única zorra infiel del mundo.- sostuve en alto un pepino y le hice un guiño- ¿Por qué no te unes al club?
-No me jodas,que no está el horno para bollos.- encendió un cigarro seria- El martes Roberto llegó con la espalda llena de arañazos.
-Uh... estamos "fiera", ¿eh?
-Hace meses que no me toca.
-Vaya.-al ver que aguantaba las lágrimas, me acerqué a tocarle el brazo- Coño con Roberto, ¿y qué le has dicho?
-Peleamos, dice que se lo hizo en el gimnasio -ríe- me toma por gilipoyas, nena, pero yo sé que es la puta de la secretaria.
-¿Y qué piensas hacer?
-Lo dejo. No hemos hablado de dinero, ni de los niños. -controló que seguían hipnotizados con el televisor- Pero Sari... le voy a sacar hasta los ojos.
-Bueno, si estás segura, hazlo.
-No voy a pasar mi vida limpiándole los calzones como una cabrona con cuernos. Y por mis cojones, que de mí se acuerda pa' to' su vida.

Pobre Roberto, la cara de Alicia me acojonó hasta a mí. Intenté cambiar de
tema, le pregunté por sus clases de pintura, y poco a poco se le borró la cara de asesino sanguinario.
Seguimos hablando de nuestras vidas. Mi "bombazo" parecía haber creado la necesidad de recordar cómo nos conocimos, de ver cómo había pasado el tiempo: yo trabajando por fin de lo mío, ella con un hogar y tetas nuevas.

No sabía cómo explicarle, cómo contarle lo que sentía.
Les iba a echar de menos.

A ella.
A mi padre.
A mi gato.

Cada vez me cuesta más centrarme en conversaciones superficiales, tal vez sea porque voy cuenta atrás. Tic,tac,tic,tac... el tiempo se acaba, Sari, ¿qué haces hablando de ropa?¿sabes ya qué ropa llevarás en tu funeral? Tengo miedo, mucho miedo: era tan joven, dirán. ¿Qué he hecho mal?¿Tal vez el tabaco?¿Ser atea y comunista?
Sólo pienso en cuerdas, en extraños aparatos y cuchillas. Aquel oscuro mundo
del sadomaso me estaba sorbiendo los sesos poco a poco. Me siento como una cáscara
vacía, me siento tan incompleta.
Frases como "camina a mi lado" o "sé lo que quieres" rondaban mi mente
continuamente. Tipos que parecían saberlo todo,que parecían estar por encima de todo esto.
Casi rozaban lo espiritual,casi no parecía haber una componente sexual.
No es sexo vacío, no son cuerdas o látex lo que busco. No busco respuestas, no busco amor ni dolor.
Pero algo, algo debe haber ahí que me llene.


Flotar.
Flotar ajena a todo y todos, buscar por mí misma una felicidad que he sido incapaz de encontrar. Me pregunto qué se me escapa,qué pieza me falta. Dicen que un "Amo" guía, que un "Amo" te enseña a "cruzar fronteras"... que te cuida.
¿Y si fuera eso lo que necesito?

-He conocido a alguien.
-¿Un tío?
-Sí.
-¿Cómo es?
-No lo sé, es del chat, un "Amo".
-¿Qué?¿Pero estás tonta?
-Ali, ¿qué es lo peor que me puede pasar?¿que me mate más aún?
-No es eso niña, pero es que no sabes nada, puede ser un loco.
-También puede serlo alguien que conozca en un bar.
-Ya... pero...
-Voy a quedar hoy con él.
-Ten cuidado.
-Lo sé.-me levanté con pereza de la silla- Ya me voy, cariño. Dale un besito a Roberto. O un par de hostias.

Rió y me abrazó con fuerza, y mientras me acompañaba a la puerta no cesó de repetir que tuviese cuidado, que mirara lo de la quimioterapia, que le llamase por la noche y no sé qué más.
Cerré los ojos al pulsar el botón del ascensor. Ruido de engranajes. Pequeña sacudida al llegar, suspiro al salir del cubículo.

Veo por el portón a una mujer que tira de un niño de unos 4 años(supongo que el hijo), que berrea sin parar cuando le coge por el brazo.

Estoy loca. Debe de ser un cerdo.

El espejo que hay frente a mí me dice cómo soy.
Qué cansada parezco en el cristal. Bajita, piel blanca y pelo castaño.
Últimamente he bajado peso, supongo que tanto cagar y vomitar es lo que tiene. Y no me quejo. Tras años de dieta, por fin me parezco a una de esas escuálidas modelos. Ahora me acerco mucho más a uno de esos inalcanzables cánones de belleza, y me reconozco una cara bonita: ahora más perfilada, pero dulce, de ojos grandes y labios carnosos.

"La mirada es el reflejo del alma" dice el refrán, y desde que sé todo esto busco cada día en el espejo la respuesta. Hay ojeras (cansancio), hay lágrimas (tristeza). Pero también Hay dos cejas que intentan unirse: queda curiosidad, casi candor aún a pesar de mis 31 años. Hay mucho, tanto por saber, tanto que dejé por estudiar... por vivir. Como si esto fuese eterno.

Llevo un chaleco rojo y unos vaqueros.
"Quizás vaya demasiado simple", pienso mordiéndome el labio.
Qué más da.

2.-CIBERSEX


Thursday 2.43 am:
/WELCOME MASO/
[GASTEROPUDUS]QUIERO FOLLAR

[MASO]bueno...¿encantada de conocerte, gasteropudus?

[GASTEROPUDUS]TE GUSTA COMER POLLAS

[MASO]uh, una barbaridad...

[GASTEROPUDUS]QUEDEMOS

[MASO]estas colgago tio

[GASTEROPUDUS]QUEDEMOS

[MASO]NO

[GASTEROPUDUS]QUEDA CONMIGO

[MASO]tu que fumas?

[GASTEROPUDUS]SE QUE QUIERES

[MASO]claro,un monton

[GASTEROPUDUS]VOY A DONDE ESTES

[MASO]paso

[GASTEROPUDUS]687464006

[MASO]vete a la mierda

[GASTEROPUDUS]MAÑANA

[MASO]NO TE ENTERAS?

[GASTEROPUDUS]LLAMAME A LAS 6

[MASO]dejame en paz

[GASTEROPUDUS]A LAS 6

[MASO]...

Fail/.../:user offline

Apago el pitillo mirando la ventana del chat.Tras ésta, un pequeño trozo de fotografía.

Últimamente busco y veo pornografía a diario. Sólo carne sin forma definida. Sólo sexo vacío. Tanto gemido, tanta acrobacia. Un tipo se pajea sobre una cabeza de carnero, una niña come pollas a pares. La felicidad del éxtasis, el reclamo de lo bizarro.

Esta extraña necesidad hace que me sienta como a los catorce, cuando buscaba a hurtadillas películas gore en el videoclub. Parece que voy a contra reloj, y tengo hambre, un hambre que pienso saciar a toda costa.

¿Qué se ha creído el tío este?¿se quiere quedar conmigo?

La conversación seguía abierta.
Seguro que es un pajillero más, nadie normal hace eso.
Enciendo otro cigarro.

El silencio de la habitación subraya el sordo zumbido eléctrico de los aparatos.
Una carta permanece sobre la mesa del salón, abierta y sonriente. Casi no creo lo que veo.

¿Cómo ha pasado? Sólo tengo treinta y uno. Incluso Jesucristo tuvo más margen. Pero el médico fue claro, el cáncer estaba demasiado extendido.

Mañana salgo de trabajar a las dos y después como con Alicia.
Y a las seis...
[...]
Mierda.Sé que voy a ir.

El médico repasaba el análisis y subrayaba algunos datos.

-¿Sangrado en las heces, vómitos?
-Claro, ¿Por qué cree que he venido?
-Le voy a recetar estos calmantes y el protector de estómago, por ahora la dosis debe ser suficiente. Aunque sólo es un remedio paliativo -sus ojos se disculpan- Aquí tiene mi número en la clínica, por si surgiese algún imprevisto.
-¿Como morirme?

Parecía realmente incómodo por el chiste, mi calma le llamado la atención. Un "estado de shock" de manual.

-Lo siento, -ignora mi sarcasmo- si se lo piensa mejor, si cambia de idea no dude en llamar. Le atenderán estupendamente y harán que...el proceso sea más sencillo.
-Gracias- me levanté y estreché su mano.

Frunció las cejas, volviendo a colocar una línea imaginaria.

-Le espero el Martes.

1.- AZAR


Nº6486938
¡¡¡Ding,ding,ding!!!

Me encantaría empezar desde cero con este dinero.
Coño,son cien mil: un piso mediocre, un coche mediocre, un viajito corrientucho y... y cuenta a cero.

¿Y si comprase una de esas pequeñas islas de anuncian por internet?
¿Y si entregase todo el dinero a una ONG?
¿Y si le diese una alegría a un cura,o comprase un nuevo colon?

Suspiro.

Lo cierto es que estoy cansada. No quiero una nueva vida regalada ni fácil, ya no se pueden sacar milagros de la chistera.

¿Se lo digo a alguien?

No.
No quiero ver alegría fingida en la cara de mis conocidos, que esperen que les invite a cañas, no quiero los "¿Has pensado en...?".

Cuánta indolencia.Y si me cortan,¿ya tampoco sangro?.

Quito el sorteo del teletexto y abro una cerveza:
"El 15-M sólo fue una estrategia de IU, pero lo siento por los rojos,les ha salido el tiro por la culata: España no es tonta, -golpe en la mesa- España sabe lo que quiere.Y es una vergüenza que..."

Cambio el canal. Una chica habla sobre la nueva moda en la puerta del instituto: un politono usado por el jefe de estado, una cagada protocolaria hecha bandera del pueblo.

"Ya estaba de moda, pero ha vuelto a pegar fuerte.Además,-sonríe apretando la carpeta,mientras en el fondo cuatro críos hacen cortes de manga- Los bebés son una pasada, y ahora todos lo tienen: en el trabajo de mi madre, en casa, en el insti...hasta mi yaya me pidió que se lo pusiese."

Tengo que reírme. Somos tan vacíos, estamos tan perdidos.
Pero ya no vale echarme las manos a la cabeza, ya no es momento de levantar el puño y hacerme la revolucionaria en la cafetería de la facultad: esta es nuestra realidad, Sari, es la teta de la que mamamos y el pan que comemos.
¿"A Dios, gracias"?.

Necesito aire, necesito estar sola.
Tal vez lo  mejor sea cambiar de ciudad, ir a diñarla a otro sitio. Los del trabajo ya se huelen algo con lo de la excedencia, y con Pablo ya no hay nada más que hablar.

Mañana llamaré a la tipa de Madrid. Va a flipar cuando le suelte el alquiler de un año en metálico.

¿Qué pensará, traficante o puta?.

Además, él vive allí. Sonrío y me peino con los dedos. Seguro que le hará feliz tenerme disponible cerca, y yo quiero verle más a menudo.

Toco mi cuello.
Ya no está el cascabel, pero lo hago sonar imaginariamente. Otra sonrisa.
Soy suya.
Suya de verdad... y es para siempre, Sari, hasta que todo se haga mierda.

miércoles, 18 de mayo de 2011

Un buen día


Y durante toda la noche bailé con ella.
Todo perfecto: la luz de las velas, una manta junto al fuego, un poco de conserva de judías.

-¿Cómo he podido encontrarte? -me acariciabas la frente.
-No lo sé... -suspiro- supongo que algo bueno tenía que salir de todo esto.
-Tengo miedo.

Ella, desnuda y acurrucada junto a mí, no podía dejar de temblar.
Un ruido tras la pared, un golpe seco y algo parecido a un quejido.

-Ya están aquí -sollozó.
-Tranquila -le abracé- no saben cómo entrar.
-Pero...
-Shh... Sara... esta noche es para los dos.

Y qué puñeteramente difícil era parecer convincente. Sabía que esta noche había muchos. El ruido, el olor de la comida y el calor del fuego les había atraído de forma irremediable.
Pero qué coño.

-Sí.- sonrió mi chica- Sólo para los dos.

Hacía dos meses, dos terribles meses que todo había empezado. El caos, el miedo, la falta de escapatoria. Nadie creía en zombies, pero... Dios mío, no sé qué otra cosa pueden ser.

Familia, amigos, vecinos, bomberos e incluso jugadores de la liga regional: la fiebre les afectaba por igual, cayendo uno detrás de otro. Tan sólo unos pocos elegidos, unos pocos desgraciados, habían logrado sobrevivir entre la escoria de la periferia.

Llegué a esta casa hace tres semanas huyendo de dos perros hambrientos, y así ella desperdició cuatro de sus últimas seis balas.

Primero el silencio. Después las palabras. Poco a poco fuimos acercándonos, uniéndonos en este mar de desgracias y cómo no, nos refugiamos en el sexo.
Y qué sexo. Nos amamos, nos devoramos casi literalmente como sólo dos desconocidos pueden hacerlo. Mi mujer diría que es una fulana vieja. Incluso puede que tenga razón. Pero estoy solo, y ahora sólo queda  ella.

Más golpes. Serían unos diez u once. La tablas no aguantarían mucho más.

-Vamos a hacerlo -apremié.
-¿Ya? -dijo sobresaltada, casi buscando excusas- ¿No vamos a comer?
-No hay tiempo -sonreí sin convicción.

¿Por qué miraba a su alrededor?

-¿Te has echado atrás?
-No, Antonio. -retorcía sus manos, ¿me tenía miedo?
-Está bien, haz lo que quieras.

Tal vez no sea tan buena idea, tal vez podríamos intentar huir. Seguro que no somos los únicos.
Pero y luego... ¿qué?

Cogí el revólver y lo metí en mi boca.

"Quédate con lo que hay, Toño, no ha sido un mal día."

borrado en 3,2,1...


Tengo que reconocerlo.
Tengo que ser justa.


Estoy loca, loquísima a veces.
Porque a veces digo o doy mucho más de lo que debo.
Porque la mayoría del tiempo peco de lo contrario.
Porque prefiero fingir ser subnormal.



Piensa, piensa, piensa.
Lee, lee, lee.


Buscar verdades, toquetear los engranajes...
Cielo, pero si aún no me aclaro ni con mi abre-fácil.
Porque el listón está siempre demasiado alto.
Porque no predico con el ejemplo (compendio de contradicciones, decías).



"Mujer tenía que ser": emotiva, taimada y caprichosa.
Bellas y absurdas, pero... ¡ah!, qué alegría si te tocan.


Ven a mí si eres masoquista, ven a mí si no crees en Dios.
Será genial, ¡ven!.
Te alimentaré, te daré cobijo y amaré.
Un lacito precioso ataré en tu dedo(mala cosa si crees poder romperlo).


Bien puesto en tu repisa,
de vez en cuando quito en polvo.


Porque me estreso, camino frenética y mastico paranoias.
Respuesta fácil, y todos a reír (guiño, guiño).
Y después vienen los lamentos, tema por excelencia en blogs .
Porque, en el fondo, estoy tan tocada del ala como tú.

lunes, 16 de mayo de 2011

Moderna


-¿Qué te vas a poner esta noche, Marta?
-Deberías pensar menos en ropa. -dijo con aire de superioridad.

Marta llevaba dos semanas buscando un trapo cool y alternativo en tiendas on-line, pero no había nada a su altura. Al final creó un diseño totalmente rompedor, algo que les dejaría con la boca abierta. Aunque la materia prima (las antiguas cortinas del salón y anillas de pepsi) no terminaba de convencerle.

"Tal vez, si..."

No. Descartado, de 10 kilos de filetes de ternera se salen del presupuesto. Los folletos del telepizza servirán.

-Tienes razón, -reconoce sonrojada su amiga- lo realmente importante es que la exposición vaya bien, y estoy segura de que lo hará.

Ella enciende el cigarro con un gesto despreocupado, muy de artista.

-Eso me da igual, Malena: aquí lo único realmente importante es mi obra, mi trabajo. Me pongo enferma pensando en que "los otros" pondrán las manos sobre el Arte. Por que esto es ARTE, Malena, ARTE DE VERDAD. No necesito que mercadeen con él, el único aplauso que deseo es el los grandes... y ellos me observan desde el divino celeste.

Siempre Utiliza una cadencia especial para esas dos últimas palabras. Su discurso era mucho más elaborado, claro, pero Malena no sabía nada sobre pintores  muertos ni literatura "gafapasta".
Más le valía que comprasen sus cosas, debía cuatro meses de alquiler. Estaba harta, hartita de comer pan del Mercadona y agua del grifo.

-Sí. -respondió confundida.
-En fin, pero que sabrás tú, pequeña Malena. -mirada de arriba a abajo- Te envidio,¿sabes?
-¿A mí?
-Sí, por supuesto. -sonrió de forma cansada- Todos esperan algo de Marta Casablancas, son como esos pequeños bichitos... succionándolo todo.
-¿Parásitos?
-Por supuesto, parásitos.
-Rosa y Julia vendrán esta tarde, van a morirse de envidia.
-¿La gorda y la "patas"? Sí, lo sé. Aunque son un par de cuadriculadas, seguramente no entienden nada.
-Seguro.
-Por fin todo listo. Voy a por tequila, esto hay que celebrarlo.

Suena un móvil y tras una breve conversación, un grito desgarrador atraviesa el pasillo.

-¿Qué pasa, Marta?
-No lo entiendo, ¡no lo entiendo! -rompe a llorar.
-¿Qué?¿qué?¿son tus padres?
-No, mucho peor: la galería ha anulado mi exposición. -le mira sorbiéndose los mocos- ¿Qué voy a hacer ahora?

Eran amigas desde hacía años. Malena había vivido todas sus etapas: punk, nerd, hippie y quién sabe qué, hasta que al final se decidió a ser moderna, a ser una artista.

Sabía que ya no tenía un duro. Y quería ayudarle, era una obligación moral, pero es que... madre de Dios. Frunció el ceño al contemplar el maniquí con cabeza de toro.

Tal vez, si conseguía desmontarlo, podría endosárselo a su tío Anselmo para el bar.

-Tranquila, cariño. Se nos ocurrirá algo.