miércoles, 25 de mayo de 2011

6.-Mudanza.


Me gusta esta nueva rutina.
Hago la cama, quito el polvo, tiendo ropa.
Cada movimiento de muñeca, cada inspiración  y expiración, cada pulsión sanguínea no es más que una consagración de un hecho: soy suya, soy suya, soy suya.

De vez en cuando doy un paseo, descubro cosas de Madrid. Menuda guiri estoy hecha, pero bueno, en algo debo matar el tiempo.

Disfruto de mis largas duchas."Relajan mis nervios", decía  aquella pobre mujer... Blanche, la del tranvía llamado "Deseo".
Agua caliente, muy caliente, que casi abrasa tanto como reconforta. El roce de la ropa al desnudarme, ese pequeño momento de incertidumbre en el que, al apagar la luz, me cuesta acostumbrarme a que las manos me guíen.

El "tic-tac" sigue conmigo, pero lo dejo estar.

Fluyo, fluyo y me derramo como el agua que se escapa por el desagüe, rezo en silencio. Exploro mi piel poco a poco con los ojos cerrados, de memoria, buscando los pequeños morados que Antonio ha ido dejando: "Ey, tú, por aquí. Deja que te apriete un poquito".

Sonrío. Cada vez estás más cerca.

Hoy mi baño duró más de lo acostumbrado. Es la única forma que tengo de desconectar(piensa, piensa, piensa), y el hidromasaje de mi nueva casa es como jugar en otra liga.

Mi paz, mi tiempo libre y mi nueva relación merecían un premio.
Sería hermoso ser su esposa, despertarme a sus pies, servirle en cada momento, besar su sien.

Al encender la luz, descubro sangre en el plato, escapándose por el desagüe, y me apresuro a limpiar el caminillo que a lleva hasta mi nariz.

Mi estómago se estruja como una hoja de papel: queda menos, Sari.

La espera hasta el próximo encuentro cada vez se hace más larga: hace ya cuatro días que no sé nada de él. No sé qué me pasa. Estoy inquieta, no puedo parar de hacer cosas: en estos días he limpiado, recogido, fregado y zurcido todo aquello que he visto.

Sentada frente a la pantalla del ordenador, muevo nerviosa el pie.
Ayer decidí poner una marca en un papel cada vez que entrara en el correo electrónico buscando un mensaje suyo.
Una, dos, tres... 63 cruces.

No es normal.

¿Dónde está?
¿Por qué no sé nada de él?
¿Estará poniéndome a prueba?
¿Ya no le intereso?
¿Qué he hecho?
¿Habrá tenido algún accidente?

Le hecho de menos.

-Dime, hija.
-Papá,¿cómo estás?. Llevo toda la mañana llamándote.
-Pues en casa, ¿dónde voy a estar?
-Pues no lo cogías.
-No lo habré escuchado. Cuánto tiempo, Sarita,¿está todo bien?
-Sí, todo bien.
-Y Pablo, ¿cómo está?  
-¿Pablo? Bien. -me doy cuenta de que no he vuelto a pensar en él- ¿Vas a estar después en casa?
-¿Esta tarde? Sí, a las ocho viene "el de los muertos".
-Vale, pues después me acerco. Te quiero.
-Muy bien, muy bien.

Salí de la casa con una extraña sensación. Mi padre. Mi vida, todo lo que quiero. Tan quemado, tan mayor. Y sin embargo pagaré la factura antes que él. No he sido capaz de decirle nada, no sabía cómo. "un translado de universidad", mentí de forma mecánica. Empieza a convertirse en una mis dudosas cualidades.

"¿Pablo? Bien, no lo he dejado, no me da asco verle".
"¿El trabajo? fenomenal, desde que lo dejé no tengo problemas con mi jefa".
"¿Y la salud? La salud..."

Pienso en las veces que me llevaba al campo de pequeña.
Yo jugaba con la hierba, desenterraba pequeños caracolillos, que con el paso del tiempo se convirtieron en fósiles con género, especie y orden. Recuerdo cómo una vez se me infectó ombligo jugando con tierra, añoro los largos paseos por los pinos con mi abuelo.

Me habían enseñado a amar el campo, lo sencillo, a ser una persona decente. Y poco a poco iban marchitándose y dejándome.
Mi abuela, mi abuelo, mi madre... como miles más.
Pero yo no quiero morir. Aún no.

La calzada reflejaba el sol de Agosto, "apretando" cada vez más,un poquito más, anunciando el insoportable mediodía que estaba por llegar. Pasé junto a infinidad de comercios: una frutería, una mercería, un estanco, miles de caras y miles de voces.

Qué ajena me siento a veces.
¿Qué rondará por la cabeza de aquella gitana?¿tendrá miedo, tendrá algún dilema?¿o sólo se dedicará a vender naranjas robadas,sólo a lo más elemental: existir?

-Intentaré por todos los medios estirar el dinero, no quiero verme en la calle o limpiando casas.

Para Antonio, la versión oficial era que había decidido darme un año sabático, comiéndome los ahorros.

-¿Limpiando? Qué más da Sara, todos los trabajos son dignos. Menos ser puta.
-¿Puta?
-Sí. Las putas son lo más bajo que existe, la escoria de la sociedad. Todas en la cárcel, para que coman pollas a gusto. -dijo con voz tajante.

¿Era así de fundamentalista?

-Bueno Antonio, pero hay mujeres que no tienen más opción, ¿no?
-Siempre hay opción.
-¿Sí?
-Siempre. Me dan asco.
-Está bien.

Camino en silencio.
Baldosas blancas, no lo entiendo.¿Para qué ponerlas blancas?
El suelo del mercado es un río de porquería.Sangre. Vísceras.
¿Irán al mismo desagüe que la mía?¿Qué diferencia hay entre esta carne y mi carne?¿qué diferencia habrá cuando la mía también sea fría, caduca?

Más tarde:

-Dime "Señor".

Mi cabeza estaba entre suelo y su zapato, sentía clavarse la tierra del camino en mi mejilla.

-Sí, Señor.
-¿Te gusta, puta? -pisó con mas fuerza.

Yo sentía que mi sien iba reventar de un momento a otro y un gemido se escapó de mi garganta.

-Sí Señor, me gusta.
-¿Duele? -apretó más fuerte aún.
-Agghhhmm... sí...
-Pues te jodes. -contestó con un extraño sentido del humor.

Retiró el pie para desabrochar su pantalón.

-Quiero escucharte.
-¿Qué? -estaba confundida, sólo intentaba calmar el dolor tocándome la cabeza.
-¡Que llores, mierda! -La patada que me propinó en el estómago me dejó sin aliento.

Chillé y empecé a retorcerme,"esto no le hace bien a lo mío",pensé hecha un ovillo. Tragué un poco de sangre, él no debía verla.

-Así, cariño, así...

Él empezó a masturbarse sobre mi cuerpo. Su respiración acelerada me mantenía hipnotizada. Miraba su mano, su polla, los pequeños espasmos de su vientre al aumentar el ritmo.

-¿Por qué has parado, ya no te duele?
-Yo...
-Calla. -golpeó con fuerza mi costado para reanudar mis quejas, cosa que pareció encenderle- Así...

[mmmmhhaahh...]

Su semen cayó sobre mi cabeza, y una gota del líquido fue bajando por la comisura de labio lentamente. No pude evitar lamerla.

-¿Así que tienes hambre? -dijo sonriendo.

Yo asentí tímidamente, esperando que él me dejase limpiarle.

-Muy bien, preciosa. Límpiate la cara.

Aún a pesar de las molestias, estoy feliz.
Utilizo el dedo para arrastrar suavemente los restos hacia mi boca, lamiendo de la forma más sugerentemente posible.

-¿Así? -dije traviesa.
-Sí, así. -respondió con voz burlona.- Pero te has dejado esto.
-¿Eso? -una parte había caído en la tierra.
-Eso.
-Pero está es el suelo.
-Lámelo.
-Pero...
-Lámelo.
-Me da asco.
-No pasa nada. -se inclinó para acariciar mi cara- Hoy te has portado muy bien.
-¿De verdad?
-Claro -sonreía.

Me dio un pellizco cariñoso en la nariz,agarró mi pelo y hundió mi cara en la tierra, haciendo se me llenase la boca de porquería.

-Yo te ayudo, cariño.

Me retorcí intentando levantar la cabeza.

-Traga... ¡Traga, joder!

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